como una pretensión de ser la quintaesencia, los más puros y fieles del pueblo. Por uno
de los rollos de Qumran traducidos se sabe que aquella comunidad de esenios tenía un
ritual elaborado acerca de cómo debían proceder en el caso de que el Mesías los
visitase. Pues bien, el Mesías nunca los visitó porque se consideraban una élite, los
únicos sanos del pueblo, y Jesús decía que el médico es para los enfermos, no para los
sanos, por lo tanto él se dirigía a las prostitutas, los publicanos, los pecadores, los que
eran conscientes de sus limitaciones… Los únicos esenios a los que el Mesías Jesús sí
visitó fueron los mandeos, la comunidad a la que pertenecía el Bautista, porque éste sí
se dedicaba a predicar y bautizar al pueblo con la finalidad de mejorarlo.
La enseñanza es clara. A Jesús, a los que trabajan por su Reino, los encontrarás
trabajando en el mundo para mejorarlo. No los encontrarás en una Iglesia o una secta
concreta: están repartidos por todas las organizaciones trabajando para mejorarlas. Si te
educaste en el seno de la Iglesia Católica, o la Anglicana u otra cualquiera, quédate en
ella y procura mejorarla (hay mucha tela que cortar en todas las iglesias y sectas
cristianas, y no tiene sentido abandonar una para abrazar otra; sería como ir de
Guatemala a Guatepeor). Si tienes la nacionalidad española, España es el país que Dios
quiere que te dediques a mejorar. Jesús vivió y murió como judío; nunca renunció a su
judaísmo ni a su judaicidad (en su tiempo religión judía y nacionalidad judía significaba
lo mismo). Por los evangelios sabemos que el día anterior a su muerte estuvo
celebrando con sus discípulos la tradicional Pascua judía, y uno de los evangelistas
añade el detalle de que al terminar estuvo cantando con ellos el himno acostumbrado en
esa ceremonia. Por el Evangelio sabemos también que pagó tributo al Templo, y aunque
los evangelistas no lo dicen se puede suponer también que, como carpintero en Galilea,
pagó impuestos a Herodes Antipas y a través de éste a los romanos. Él quería mejorar o
perfeccionar el judaísmo y nunca pensó en establecer una nueva religión, pero su plan
era bastante radical. Cuando decía que no conviene echar vino nuevo en odres viejos ni
poner un remiendo nuevo en un vestido viejo parece que estaba dando a entender que lo
que él proponía era una refundación del judaísmo. En el judaísmo refundado que él
quería lograr no habría lugar para la casuística talmudista que caracteriza al judaísmo
rabínico actual. De la misma manera, proponer en la Iglesia Católica o en la Ortodoxa
un cristianismo sin dogmas, sin sacerdocio, sin jerarquías y que no esté centrado en el
culto, en realidad es proponer una refundación de la Iglesia. En ese sentido va el texto,
que antes mencioné, titulado “Otro modelo de evangelización”. En esa línea se puede y
se debe trabajar, y eso sería trabajar a favor de la implantación del Reino de Dios.
Pero no cabe hacerse ilusiones acerca de un rápido éxito en esa tarea. Jesús mismo
fracasó en su plan de refundar el judaísmo, y dos mil años después sigue existiendo,
aunque bastante esclerotizado, el judaísmo rabínico. Bien pudiera ocurrir que a pesar de
todos nuestros afanes, cuando hayan pasado otros dos milenios siga estando la Iglesia
Católica tan irreformable como hoy y tan esclerotizada como el judaísmo. Pero lo que
para nosotros parecen fracasos, en la perspectiva de Dios pueden no serlo. Las ideas del
Evangelio seguirán inspirando otros movimientos nuevos que sepan partir de cero y
asumir los valores del Reino que hoy rechaza el clero de las iglesias oficiales que
conocemos.
Perdona esta larga disertación. Espero que te sea de alguna utilidad. Cordialmente te
saluda,
Faustino Castaño.